LA FIESTA DE LA NIÑA MUERTA (2008), DE MATHEUS NACHTERGAELE

*Película vista en el XIII Festival de Lima*

El ¿show? más low que high, de una loca histérica, disforzada y llorona, autoritaria y atormentadísima, o sea, de una especie de Vivien Leigh, o de María Antonieta sudamericana; solo que sin gracia, sin talento y sin cerebro, y en cuerpo de hombre; que es, o que hace como si fuera, el cómodo y atormentado aparato receptor y transmisor de los mensajes de la niña del título, de profesión santa (o eso dicen), no me deja, haciendo la suma, lo juro, de veras, en serio: Nada. ¿La vacuidad de la religiosidad popular era el tema, el objeto, el camino, la víctima? En medio de mi aburrimiento vagamente intrigado, me hacía consciente de que estaba frente a un caso apasionante. Lo digo brutalmente: ¿cuál será la razón de ser de esta película? Fue lo que me anduve preguntando de manera constante mientras la veía y la verdad es que jamás encontré una respuesta que me dejara tranquilo, en paz, que me consolara de la bien poco festiva y profana experiencia. La película es un hueco, no mal filmado, no mal fotografiado, regularmente actuado, pero hueco al fin. No trata de un hueco (se me ocurre pensar en alguna del gran Tsai Ming-liang) sino que la película es el hueco mismo. Casi diría que hay un hueco ahí, en vez de una película… El retrato de unos seres cándidos y estupidizados, muestra un Brasil paleolítico, si uno quiere ensayar a apuntar temas; rescato escenas en la lluvia, rescato más el tema de la promiscuidad que el de la ‘santidad’, si se trata de rescatar… Para mí, lo que hay es una tenue historia mal contada con pinceladas sensoriales: nada más. Además, no conviene olvidar que la animalización del ser humano no se da solo entre los pobres… ejemplos sobran… Por último. Créanme, no es un apunte racista, o de complejo de ‘colonizado’, al contrario: creo que si el protagonista hubiese sido negro o cobrizo, todo el enfoque de la película se trastocaría profundamente…

(M.C.)

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