LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Thursday, April 16, 2009

UMBRACLE (1971), DE PERE PORTABELLA



En mi opinión, en Umbracle, el concepto mismo de lo que es o puede ser una película es justamente lo que ha sido enérgicamente puesto en cuestión... Son, tal vez, los retazos aleatorios de varias películas tras una fabulosa explosión –la película me dio la impresión de asistir a un reacomodo interestelar luego de una explosión-. La catástrofe, naturalmente, es la dictadura de Franco. La noción de unidad se desvanece abriendo paso a toda clase de interrogantes. Me queda claro, debo decir, que experimentar es más importante que ‘hacer una película’, o una ‘obra de arte’. (¡Ya es bastante que una película sea capaz de hacerte sentir esto!).

Una sucesión de bloques más o menos fluidos que con frecuencia han sido unidos a partir de un simple corte. ¿Se tratará de una anti o pre o post-película? El sonido parece haber sido especialmente diseñado para perturbar. Sonidos que coquetean con el ruido, de los que uno no sabe si se corresponden con una voz humana, que pueden entrar de lleno en la distorsión más inquietante, de tonos agudos que producen una desasosegante, fascinada, casi insostenible tensión. La disociación entre imagen y sonido es constante, insistente, lacerante, super didáctica, obsesiva, nos recuerda casi patológicamente que el displacer es necesario para despertar a una nueva experiencia.

Unos buenos minutos de una película española de 1956 llamada el El frente infinito, de Pedro Lazaga, convenientemente resituada en el contexto de otra película que va en la dirección opuesta, o sea, de Umbracle, sirve como ilustración de la unión de fascismo y catolicismo, de Dios y la Patria, que trata sobre un sacerdote en el frente con milagro incluido (ninguna bomba lo manda al otro mundo en pleno bombardeo: el hombre puede terminar la misa al aire libre, ileso, inverosímil, oliendo a falso).

La sensación general es la de estar en un limbo; los significados se ocultan, colapsan. El clima mental de la película es en cierto modo resumible desde lecturas del rostro serio y expresivo y cargado de un actor que es un pozo de mitología: me refiero a Christopher Lee. Secuencias con él en el museo de historia natural, siendo espiado, o en la calle, espectando un secuestro, llegan a intrigar, extrañar e inquietar, usando elementos constructivos mínimos. Christopher Lee es él mismo y a la vez su propio fantasma. Y el simple hombre de carne y hueso que es cualquier hombre y el mito como si fuese su ectoplasma.

Pero la pregunta candente es qué tanto sorprende Umbracle, 40 años después de realizada: al menos, en lo que a mí respecta, lo suficiente como para darme cuenta, o mejor dicho, no olvidar, que la historia del cine está escribiendo recién sus primeras páginas, sino sus primeras líneas. ¿Optimismo delirante? ¿Realismo estricto? No lo sé. Pero creo que sí. El cine es otro, sacudir la estructura, mostrar el revés, descubrir que el abismo que se abre superando la mera extrañeza es regenerador... El atrevimiento de Portabella, y de esto sí estoy seguro, justifica plenamente mi alucinación y mi optimismo.
(M.C.)
La Cinefilia no es patriota





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