LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Wednesday, October 24, 2007

POR UN CINE DEL CUERPO. NOTAS EXPLORATORIAS EN TORNO AL CINE DE LOS HERMANOS DARDENNE




…Ni siquiera llega a ser (me temo) una declaración sensual… Más aún si pienso en los Dardenne, que hacen un cine donde el contacto puede ser algo tan terrible y difícil… Curioso, pero cierto: de una película, te diré que, ahora último, impalpable lector, solo recuerdo cuerpos. Nada más. Al menos, por estos días podría borrarle las palabras a todas las películas -excepto cuando gritan o cantan-. Los cuerpos tendrán nombres, apellidos, direcciones, teléfonos, etc., pero eso no es lo que son. ¿Y qué nombre darle a cada cosa que hacen, a cada sensación que transmiten? Tema imposible y apasionante. Hablan, pero aun la forma en que lo hacen marca mundos de diferencia. Nuestro cuerpo (vaya descubrimiento) habla mejor que nosotros. Pero tenemos miedo, y no dejamos (para hablar solo de cine) que nuestros cuerpos hablen.

¿Y esto qué tiene que ver con los Dardenne? Algo, sí. Paciencia.

La cámara, ese nuevo ojo (gracias, Vertov), esa espía consentida y metiche, registra en el mejor de los casos el lenguaje omnipresente de un ser vivo, que no terminamos de descifrar, que nos dice tanto, que tenemos que seguir y seguir mirando y filmando para saber mejor qué cosas nos dice. Claro, la cámara de los Dardenne cumple con el precepto: perseguimos aquello que se nos escapa. Viendo, entre otras obras, la de ellos, me pregunto: ¿Cómo edificar un cine nuevo donde el cuerpo tenga realmente la palabra? ¿Donde el cuerpo sea, de una vez, lo absolutamente decisivo? Lo más inolvidable y significativo en la experiencia de cualquiera tal vez sea un gesto, una mirada, en medio de un silencio, una profundidad increíble vivida en un instante. ¿Se necesita de tanta trama para llegar a eso? ¿Y si alguien se atreviera a ir de frente a eso? Coleccionar esa clase de momentos…

Trataré de volver a mi tema. ¿En qué estado puede ponerte una película de los Dardenne, si no estás acostumbrado a lo que ellos suelen hacer? Dirás, pero, por qué será que estos tipos quieren marearme, ¿qué les he hecho? Estilo seco y a la vez neurótico… Neurótico, no exactamente a la manera de un Von Trier, digamos, pero… En fin, el placer del melodrama, de estrujar a sus personajes (más si son mujeres). Aquí, en el mundo de los Dardenne, son las situaciones, que parecen más reales que “creadas”, las que mandan. Es un mundo conocido, en el que la concentración en poquísimos personajes logra que sintamos su “realidad e impenetrabilidad” (el otro es el otro) más intensamente. Son las condiciones sociales desnudas y no su exacerbación melodramática las que asimismo, nos chocan. Es la simpleza insoportable de estas condiciones, mostrada a un tiempo con sequedad y gran detalle.

Qué plato nos cocinan los belgas. Veamos. Si tu cuerpo no es libre, tú tampoco. Mira, no las palabras, sino lo que el cuerpo hace de sí (o contra sí). Experimenta ese estado. El de animal acosado. El del miedo en su faceta más elemental, el huir de un peligro. ¿Suena idiota? ¿Suena, de rebote, a una invitación a alguna discoteca, recinto donde el cuerpo, el instinto “mandan”? Lo que quieran. (No es eso, precisamente). El punto es éste. Liberemos al cuerpo primero. Miles, millones, trillones de palabras, ¡pero estírate! ¡salta! ¡corre! ¡muévete! Levántate y anda. Pero descubrirás entonces al cuerpo social que te oprime. Que no te deja “ser”.

¿Cuál sino podría ser el tema que obsesivamente nos restriegan en la cara los Dardenne a cada rato y película tras película? Nos retan, nos fatigan, nos ponen contra la pared. Nos convierten en los perseguidores involuntarios de sus protagonistas, y así provocan fascinación, desasosiego. Cuerpos (solitarios) esclavizados programáticamente por un sistema de pensamiento traducido en formas y prácticas socioeconómicas no muy bonitas, todo lo contrario de bonitas, inmisericordes. Cuerpos heroicos, en el sentido elemental de buscar su mera autoconservación, en el corazón de la civilizadísima Europa, tan podrida de cultura como tu biblioteca o la mía.

Los Dardenne nos ilustran, con las evidencias más directamente físicas la esclavitud lacerante y cotidiana, que convierte en caricatura jocosa la idea del progreso. Esa cercanía a los movimientos rituales del cuerpo y a los otros, los súbitos e impredecibles también, ¿nos dice algo nuevo?

Observo en los Dardenne una voluntad indesmayable por mostrar al cuerpo, o sea, al hombre atrapado, no como en un thriller de Hitchcock, sino en el trhiller cotidiano, el cuerpo cercado, arrinconado y atrapado. Al cuerpo que tiene miedo y no se mueve. Atrapado en otro cuerpo mayor; el cuerpo social, la organización de cuerpos que explotan cuerpos. La moral de la máxima ganancia produce miseria humana en cantidades industriales exorbitantes.

Mostrar, no la desnudez del cuerpo, que no importa aquí, sino la desnudez de un mecanismo de explotación junto a gotas del misterio del ser, pues estos seres “simples” suelen ser impenetrables, pese a estar en la escala más baja de la pirámide social (permítaseme la ironía). Ratas de laboratorio de un sistema social, y ratas de laboratorio en un sentido literal, el de limitados en un espacio. Salvaje. Real.

Permiso para divagar. ¿No es gracioso que la mayoría de guiones no traten del cuerpo, sino de la mente, es decir, que abstraigan, empobreciendo? ¿Los movimientos de cámara en los Dardenne no tratan acaso de reproducir el cuerpo, de palpar sus resonancias, de anhelar su proximidad, de intentar testimoniar su no entendida complejidad, de registrar su impredectibilidad?

Fórmula: minimiza la trama (el bla bla bla) y maximiza acciones físicas. Esto no hace, claro, al cine de los Dardenne “cine de acción”. Nada más lejos del cine juego-electrónico. (¿Dónde está el cine que sea el reverso exacto de éste, tratando siempre el mismo tema? Flaming Creatures, de Jack Smith? ¿La obra esplendorosa de Jean Vigo?). ¿Dónde hay un cine en el que el cuerpo sea libre y haga cosas nunca vistas o sentidas? ¿En el porno? Altamente codificado y con severas restricciones emocionales, es parcialmente una respuesta y en cierto modo es un chiste mencionarlo.

Admiro, en los Dardenne, el rigor y vigor documental. La puesta en escena de un tema: que el otro es inalcanzable (aunque sea localizable). Ese quedar afuera me interesa, cómo te vas a comprometer (identificar) con el otro si éste es opaco, impenetrable; próximo, pero hermético. El juego de adivinar al otro siguiéndolo, espiando atentamente sus trayectorias físicas. La trama, cuando todo puede enunciarse en cuatro palabras. En esto último, recuerdo a Haneke, un cineasta aun más riguroso e intelectual que los belgas. Los Dardenne, Haneke; miradas-clave para Europa.

En La Promesa (1996), aunque tenga más planos abiertos y sea más “tranquila” que sus otras películas (lo sentimos, no hemos visto los documentales de los Dardenne) ya se ve muy claro lo frágil, lo fugaz, lo inestable, lo urgente en su propuesta. La paz es algo que parece remoto (excepto en la escena donde padre e hijo salen juntos, cantan…). La película nos ofrece lo que hacen cuerpos, manos (aquí de nuevo se hace inevitable pensar en Bresson). En vez de muchas, muchas palabras, músculos tensos, emociones concentradas, paralizadas, lentas, movedizas, registradas con seca veracidad y casi siempre significativas. Recuerdo una rápida escena (que se repetirá en otras cintas de los belgas): incluso el simple acto de atravesar una calle, debido a la velocidad y el ruido producido por la jungla de autos, el smog, hace que te sientas agredido.

El tema de la solidaridad, que brilla por su ausencia, y del egoísmo, que brilla por su presencia, hace de una ciudad la más peligrosa e infame de las selvas. (El tema: la muerte de un inmigrante “empleado” por el padre del protagonista, que es dejado morir luego de un accidente). El prójimo, el otro, no es tu hermano, Así que aprovéchate de él. Herencia de Bresson: al final. Un gesto, una puntual confesión, el horror mezclado con la esperanza, algo parecido a la reconciliación se asoma tímidamente.


En Rosetta (1999), al concentrarse en un personaje-emblema la posibilidad de identificación aumenta considerablemente. La ecuación ella=la película, me lleva a pensar que Rosetta podría ser prima de las chicas de La vida soñada de los ángeles, de Eric Zonca. Amamos, no solo en Rosetta, que los personajes se persigan, que huyan, unos de otros, y lo que vemos con sentimientos encontrados es que la pobre Rosetta es más transparente, estamos más cerca de sentirnos en su piel, y además es una chica. Soy Rosetta, tengo un trabajo, llevo una vida normal, he hecho un amigo. Momento memorable, en que antes de dormir, Rosetta pronuncia, palabras más, palabras menos, esto, en lugar de o como una oración… El encanto inocente e impúdico y pudoroso de esta escena es algo conmovedor.


He visto luego de un tiempo El Hijo (2002) y mi impresión es rica, mixta. Es de satisfacción, primero, por el rigor de la historia, la justeza de cada escena, una tras otra, una tras otra (aunque me pregunto si en realidad la película es tan dura como a primera vista parece) y de apreciación clara de límites, por ejemplo en la interpretación del protagonista. Detecto algunos trucos, como el de perder peso (me refiero al protagonista, Olivier Gourmet), entreabrir la boca repetidamente y dejar que se vean sus dientes, algunos movimientos de sus manos, etc., para que se le vea más blando y “débil”, detalles que me parecieron ahora (segunda vez que veo esta película), subrayados, poco disimulados para alguien familiarizado con este estilo. Para decirlo rápido: veo al actor, no al personaje. Veo el cumplimiento de indicaciones, no la película.

Olvidando eso, los siete minutos finales me siguen encantando, ver cómo todo se define de una manera física, eso me gusta. La emoción pura y la acción pura y la utilidad del mínimo diálogo. La clásica persecución marca Dardenne, tienen que revolcarse, ensuciarse, agredirse el uno al otro. El contacto es contrariado y con tintes destructivos pero catártico y si no soluciona el conflicto lo encauza post explosión. Y un corte seco y brutalmente sublime. Acabó la película.

Los cuerpos oprimidos por cárceles interiores y exteriores, buscando el ansiado contacto. El mundo, el enemigo. No es Bresson, pues lo metafísico está ausente, a lo más, lo que hay es una emoción emergiendo directamente de la materialidad, del aparente seguimiento documental, de la aparente ausencia o minimización de la trama. Estas películas edifican plataformas restrictivas de la emoción, hasta que éstas explotan, en algunos momentos privilegiados. La iluminación de lo que tenemos por gris no es una empresa necesariamente gris.

En El Niño (2005) no sé si sea casual ver al mismo protagonista, (que ya no es casi un niño –como cuando actuó en La Promesa- pero en sentido mental su personaje sí que lo parece) vendiendo a su propio hijo como si fuera un inmigrante intercambiable, ahí siento que se cierra un círculo. No sé qué harán los Dardenne a partir de este punto. Los espero impaciente.


Mario Castro Cobos



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